La Tertulia.


     Ante todo, hermanos



Mi relación con la Semana Santa ha variado a lo largo de los años. De ser un niño obsesionado con ella, capaz de ver la procesión entera dos veces seguidas, aguantar a la entrada del último trono y por supuesto participar en ella, pasé en mi etapa de crecimiento, en esa en la que un niño se transforma y se convierte en adulto, a considerarla como unas simples vacaciones más. Estos últimos años he vuelto a mi etapa inicial, la de una persona activa que ama la semana santa. He vuelto a salir en ella, cumpliendo uno de los sueños que tenía aquel niño que un día fui: Ser andero, incluso con el honor de estrenar un trono e imagen nueva.
 He comprobado lo que significa pertenecer a una hermandad y querer lo mejor para la cofradía y también me ha quedado claro en este tiempo que toda aportación de un hermano siempre es positiva y bien recibida.
Me quedo con eso. Con ese ambiente antes de sacar un trono. Todos los hermanos y hermanas sabiendo que deben aportar,  repartirse el peso en sus hombros, portar las banderas de la cofradía, procesionar con los capiruchos… todos a una para el bien común. Y también con esa satisfacción que a un cofrade se le queda cuando todo ha salido bien. Esa sensación de orgullo porque todo ha acabado bien pero de nostalgia porque, precisamente, ha acabado

                                                                                                                        Cristian Semitiel.



Lunes de Sangre:


La noche del lunes, viuda de la Semana Santa ciezana hasta el comienzo del tercer milenio, goza de la presencia de una procesión solemne que se ha ganado el cariño y el respaldo de todos los ciudadanos: el Vía-Crucis del Santísimo Cristo de la Sangre, imagen de Álvarez Duarte, que llega anunciada por tambores, respaldada por los hermanos de la Magdalena, unidos todos en su momento estelar, el más añorado a lo largo del año, en una cita de especial corte religioso, invitados todos los que asisten a orar en memoria de la pasión, y que en este 2014 hará historia al contar, en cada estación, con el paso titular de cada una de las cofradías que forman ésta nuestra Semana Santa.

   
                                                                        Efraim Salmerón




Las procesiones de Cieza son largas pero no lentas, ni pesadas.



Gracias a Dios, la participación de Cofrades de las procesiones Ciezanas no ha bajado, si es cierto que estamos envuelto en un proceso de crisis pero que la Semana Santa no se ha visto afectada en el carácter participativo aunque si en el carácter económico.

Mi pregunta es, ¿Son largas las procesiones de nuestra localidad? La respuesta sin duda es si, y es que en una procesión como la del Miércoles Santo o Viernes Santo pueden llegar a desfilar más de 5000 personas y es ahí la cuestión, pero personalmente nunca se hacen ni lentas, ni pesadas.

He oído ciertos comentarios de personas, quizás de todas las edades, que comentan que las procesiones Ciezanas llegan a ser lentas y pesadas, pues como semanasantero que soy, no comparto esas decisiones, soy de la opinión de que cuanto más tiempo esté un paso en la calle mejor, pero para no ser egoista, me gustaría que cada Cofradía estuviera al menos tres horas en la calle, que se alargara el Auto del Prendimiento, que se cantase más saetas al Santísimo Cristo de la Agonía o que Jesús Abriendo las Puertas de los Infiernos se recogiera al amanecer (como antaño, sin necesidad de cambiar itinerarios).

La gente se manifiesta de la pesadez y no se si eso es buena imagen para nuestra Semana Santa, da la sensación de que los pasos no pesaran y fuera tan fácil el desarrollar un desfile, en algo echo de menos de la Semana Santa de Sevilla y es que ellos en la "Madrugá" pueden estar una noche entera de procesiones y no llegar a cansarse, puede que lo tengamos todo y hayamos mejorado en muchos aspectos pero nos hace falta una mentalidad mucha más abierta de salir a la calle a disfrutar de nuestros pasos, olvidarnos de todo y no importar la hora de inicio o final de un desfile. Muchas Gracias.

                                                           Joaquín Caballero Segura.



Soy aquello a donde me han traído todos los pasos que yo he dado desde que nací, e incluso, pienso que soy también aquellos que por miedo alguna vez no di. Pocas cosas me mantienen en calma, con el corazón tranquilo, y el alma sentada, y sin embargo ocurre, una vez más, como siempre, como nunca, y mi corazón late a paso de redoble de tambor, y mi alma no se contiene, ni un segundo más aguanta, que ya llegas, que ya estás muy cerca, mi querida Semana Santa. No es la cuaresma más que un mero trance de preparación para recibir como verdaderamente sentimos la semana de pasión; larga es la espera, lentos pasan los días de domingo de resurrección a Viernes de Dolores, y como se escapan de entre los dedos los suspiros que brotan en mi al verte, sentirte, olerte o tocarte. Supongo que no soy el único que siente temor al verte, porque sin llegar, ya te has ido, y sin abandonarnos jamás, a nuestro lado has estado, que de nosotros nunca te has separado. Para algunos, años, para otros, toda una vida trabajando sin descanso noche y día, tarde y madrugada, para que fueses tan bella como siempre, y lo serás, sé que lo serás, porque no cabe la derrota al verte aparecer en el portón del Convento, porque olvidamos el significado de tiempo cuando te adentras en el callejón de la hoz, porque tu silencio es lo único que me permite hablar, sin dar apenas ni una voz…



…te espero donde siempre, donde tú y yo sabemos, donde abrigas más que cualquier manta, donde nadie más entiende, mi querida Semana Santa.

                                                                                                            Samuel  Buitrago Rodrigez.


La burrica anunciadora.


El paseo se tiñe de todos los colores que nos ofrece la naturaleza: del morado de Los Dormis, del rojo del Cristo del Consuelo, del negro de La Agonía, del blanco de San Juan, del verde de Judas, y es que todas las hermandades confluyen en una misma procesión para dar la bienvenida a Jesús de Nazaret, que llega montado en su burra como es anciana tradición, las palmas agarradas por las manos de los niños que, entre caramelo y caramelo, son observados por toda una ciudad que no quiere perderse el auténtico milagro que es la Semana Santa, que nos parece que no llega, hasta que llega, ansiada por muchos, y nos inunda con las fragancias de sus flores e inciensos, con la música de sus bandas, y, por encima de todo, con su misteriosa pasión, de la que somos felizmente presos.
                                                                                                                                  Efraim Salmeróm



                                 El Infierno desde dentro:


En la madrugada del Sábado Santo las calles de Cieza son conquistadas por el fuego y las tinieblas del que debe recorrer el infierno para la salvación de la humanidad, y, con la luna como testigo, sólo un reducido grupo de hermanos acompañamos a Jesús en su descenso, el cual compartimos con ferviente devoción, bajo los verduguillos que hacen difícil la visión y asfixiante la respiración, rodeados de velas que nos queman las manos con la cera, enmudecidos por un voto de silencio que nos conmina a hacer una profunda reflexión sobre nuestras vidas, con sus luces y sus sombras, hasta que los albores de la mañana nos claman la expiación de nuestros pecados, de nuestra resurrección de entre los muertos, un año más.

                                                                                                                                       Efraim Salmerón





Piensa que te duermes.


Piensa que te duermes, y que no te despiertas hasta el día del pregón.. Ese día en que un grupo reducido de Cofrades salen con sus túnicas, con sus Cofradías, con sus hermanos de toda la vida. Salen por las calles del casco antiguo y hacen una pequeña representación de Semana Santa. Como cada año, se elije a un pregonero que después de esa pequeña procesión o representación de Semana Santa cuenta sus experiencias como Cofrade, como por ejemplo si ha estado en alguna Cofradía de pequeño, su pasión por la Semana Santa, o incluso desde cuándo ama la Semana Santa, etc...

Normalmente, son personas a las que les encanta la Semana Santa o que tienen muy buenas experiencias. Después del gran discurso en la Basílica de la Asunción, hacen una comida donde van presidentes, vicepresidentes, personas importantes de cofradías,...

Después de ese maravilloso día en el que te despiertas de ese enorme sueño donde ha pasado todo ese año, ya sólo queda que si no has salido en la procesión del pregón, que le bajes los bajos a las túnicas, o quizás que se lo subas. Que te prepares el capuz y la capa para salir de nazareno, o que te descosas la túnica para meterte el farol. Y si sales de niño igual... prepararte los zapatos negros, los guantes y todo para ese día.

Algunos salen Viernes de Dolores en la procesión de la Dolorosa, otros Sábado de Pasión con el Cristo del Perdón, pero los demás se esperan para Domingo de Ramos.

El caso es que ya hemos despertado y nos ponemos la túnica, guantes, media o calcetines negros, zapatos, cíngulo y lo más importante, el gorro de tu cofradía. Y quien sea de los Dormis, (orgulloso esté) de ese día ser la única cofradía que pueda desfilar con ese gran paso, La entrada de Jesús en Jerusalén, popularmente conocida como "la burrica". Y así hasta domingo de resurrección o el día 3 de mayo, el día de la Cruz, en que suben al Santísimo Cristo del Consuelo a su ermita. Y ya cuando pasa ese día coges otra vez y te duermes hasta el pregón del año siguiente.

Una Cofrade.

UN PREGÓN PARA RECORDAR...

A las 09:00 de la mañana suena el despertador. Un poco cansada, me doy cuenta de que es el día del pregón, cojo, doy un brinco y me levanto, aunque las fuerzas me superen. Desayuno, me visto, recojo la habitación un poco y me voy a la otra habitación a ponerme la túnica morada. Mientras que me la pongo, pienso que es un privilegio poder salir en el pregón ya que pocos hermanos de cada cofradía lo hacen. El caso es que ya me la he puesto, me ato el cíngulo, cojo dos horquillas y el gorro. Me voy hacia la Plaza de España donde había quedado con mis amigos para ir a desayunar churros, y como siempre, llego la primera, me siento en el pirulo y los espero. Llegan, como siempre, tarde, y decido irme para la cochera porque no me iba a dar tiempo y claro, ellos piensan que eso es algo malo, que estoy mal de la cabeza, que qué hago saliendo ahí, pero yo siempre hago lo que a mí me parece bien y lo que mi corazón me dice, jamás no saldría por un estúpido comentario. Me despido de ellos y me voy hacia el casco antiguo. Por el camino sentía que se me caía el mundo encima porque pasaba por la calle santo Cristo y estaban unas bandas de música tocando, y claro, mi corazón empezó a recordar los buenos momentos del año anterior y sentía que este era mi momento, que todo el año esperando a esa semana y que lo tenía que pasar en grande, disfrutar hasta por una mínima tontería. Llego a la cochera y están ahí dos mujeres que iban a salir conmigo, se supone que una de ellas llevaba el guión, la otra muchacha y yo un báculo cada una y dos personas que faltaban una el guión y la otra el estandarte.

El caso es que por una y por otra, al final tuve que coger el estandarte pero de los niños, y nos dirigimos hacia la plaza mayor donde están todas las Cofradías. Estamos allí un rato hasta que se decide que tiene que empezar la procesión, nos vamos hacia el puesto donde teníamos que ir y salimos. No de toda la vida, pero yo los conozco y sabía que eran los primeros que iban a ir a verme, sí, mis amigos, esos que decían que era una tontería pero que en el fondo me apoyaban y que hasta me echaban fotos.

Terminamos la procesión como desde un principio, en la Plaza Mayor y nos dirigimos hacia la cochera a dejar báculos, estandartes, etc. Cuando termino voy a mi casa, me quito la túnica que tanto aprecio le tengo y me voy otra vez a la Asunción a ver el pregón, y cuando el pregonero de ese año estaba ahí y contaba su experiencia, los pelos se me ponían de punta, pero lo mejor de esto es que fuí sola, mis amigos tampoco querían ir a ver “eso”.

Cuando termina cojo y me voy a mi casa, reflexiono sobre lo vivido ese día y lo mejor de todo es que me doy cuenta de que he aprendido que tengo que tomar mis propias decisiones, que jamás me voy a dejar llevar por nadie y que si me encanta la Semana Santa ni mis amigos ni nadie jamás lo impedirán.


Una Cofrade.







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